We could be heroes, just for one day.
Cuando a una persona se le pregunta por las virtudes y valores a los que le asigna importancia en su vida, responde generalmente con lugares comunes como la familia, la tolerancia, o la empatía. Ahora bien, si se quiere ahondar en su ética personal, conviene preguntarle por las personas, ya sean reales o ficticias, que considera exitosas y con un comportamiento digno de imitar. Dependiendo de factores como la crianza, educación y comunidad donde se desarrolla, su respuesta podría señalar a las más variadas personalidades, tales como influencers, santos religiosos, líderes políticos e inclusive deportistas, todos autores de grandes obras.
A simple vista, si comparamos estas respuestas, no parece existir una relación entre, por ejemplo, un jugador de fútbol y un santo católico. Pero si profundizamos en las características comunes de aquellos individuos, encontramos dos que se repiten en mayor o menor medida: la entrega total por un fin de un orden superior a su persona y la perseverancia, aun con toda suerte de dificultades, en la realización de ese fin. Tales características son propias de los héroes, quienes perduran en el recuerdo colectivo por sus monumentales hazañas.
Lo anterior pone de manifiesto, en primer lugar, que en el orden del comportamiento humano las personas no suelen pensar en una ética personal si no en relación a un modelo externo. Por lo general, nadie es lo suficientemente original como para no depender de la influencia de las personas a quienes admira, lo que de ninguna manera reduce su autonomía, sino más bien, demuestra que la naturaleza humana tiende a alcanzar su pleno desarrollo junto con otros. Y en segundo lugar, lo que convierte a un persona en un modelo a seguir es principalmente el heroísmo de su comportamiento, en virtud del cual enfrenta la adversidad valerosa y dignamente. La cuestión que propone este ensayo es, precisamente, determinar cuál sería la medida que indica si un acto es heroico y ejemplar.
La filosofía tomista responde que el heroísmo solo es posible cuando se usa como medida una moral objetiva. Sin embargo, esta tesis no permite entender la gran cantidad de héroes y modelos que las personas actualmente mantienen, puesto que en última instancia constituye ‘un misterio el valor que Dios da a cada una de nuestras acciones’. Antes bien, lo que verdaderamente constituye a un héroe, no es una moral objetiva, sino la convicción de que sus actos realizados son propios y dan sentido a la existencia. Para sustentar esta tesis, se analizará la vida de San Pablo y el mito griego de Sísifo, ambos símbolos de dos tradiciones de pensamiento distintas. Este examen permitirá que cada individuo, al verse reflejado en uno u otro héroe, entienda su vida también como una digna de vivir heroicamente.
Con respecto a Saulo de Tarso, como se conocía a San Pablo antes de convertirse al cristianismo, podemos decir primeramente que distaba de ser un hombre virtuoso. Su comportamiento era el de un “blasfemo, un perseguidor y un insolente”. Su vida, sin embargo, dio un vuelco radical cuando Cristo se le apareció en una visión: abandonó el fariseísmo convirtiéndose en apóstol a las naciones. Lo que en ese momento desconocía era que el ejercicio de su apostolado le traería numerosas dificultades, las que decidió afrontar con valentía. Con el objeto de conservar su valiosa fe, soportó sufrimientos tanto externos como internos, de manera que cuando se acercaba su muerte pudo decir con certeza que había tenido éxito.
¿Qué le permitió a San Pablo soportar heroicamente encarcelamientos, golpes y una muerte violenta? Sin duda su fe en la vida eterna, pero también la convicción de que lo que estaba haciendo era lo que debía hacer y que estaba viviendo su propia y libre decisión. Su autodeterminación era algo que nadie podía arrebatarle, como tampoco su amor por Dios. El ejemplo del apóstol sostiene el argumento de que los actos heroicos no dependen del juicio de valor que pueda hacer sobre ellos un tercero a posteriori. Aunque muchos consideren que lo que hizo San Pablo fue desperdiciar su vida, el solo hecho de asumir día a día el peso de sus decisiones lo convierten en un ejemplo de fortaleza y determinación.
En cuanto a Sísifo, nos encontramos ante el mítico héroe que su amor por la vida lo llevó a renegar de los dioses. Su condena en los infiernos fue “rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la roca volvía a caer por su propio peso”. ¿Existe heroísmo en un trabajo tan inútil? A diferencia de San Pablo, Sísifo no eligió su destino, éste fue impuesto por los dioses, mas la aceptación de su condena por el apego a la vida es lo que lo convierte en un héroe. Su heroísmo no consiste en levantar la roca, sino en volver hacia ella porque es suya.
Hoy cuando la vida de la mayoría de las personas se reduce a trabajar por su subsistencia, nada en ella pareciera digno de un héroe. El apego a una moral objetiva solo le recordaría su incapacidad de conocer aquel fin superior a ella, que no trae pan a su mesa ni tampoco viste a sus hijos. Pero cuando tiene conciencia, aunque sea por un momento, de que su vida es la que posee y que por poseerla vale la pena vivirla y disfrutar de ella, vence heroicamente y se vuelve digna de imitar.
La revisión de estos argumentos permite llegar a la conclusión de que el heroísmo, en vista de que adopta distintas formas, dependen principalmente de la autodeterminación y la aceptación de la vida como digna de ser vivida. No obstante lo anterior, no se sigue la negación de la existencia de un deber ser objetivo, sino de la valoración extrínseca del heroísmo que prescinde del caso a caso. Así lo demuestra la revisión de la vida de San Pablo y la de un héroe ateo como Sísifo. En consecuencia, cada individuo debe sentirse imperado a vivir su vida en cada momento como un héroe, impactando de esta manera positivamente en el bien de la comunidad al convertirse en ejemplo para quienes lo observan.